Hola a todo aquel que decida leernos, a mí y a todos los que vienen conmigo.
Creo que es una obligación dedicar esta primera entrada inaugural al portador de la nariz de chocolate que da título al blog: Trufo, nuestro perro. La perra se llama Canela y también tiene la nariz negra, pero por una razón que se me escapa mi hija de tres años no cree que ella tenga la nariz de chocolate. Aunque el nombre del susodicho ya daba una pista... El día que lo cogimos en una protectora de Cangas (más bien era la casa de una amante de los animales, con mucho amor y menos recursos, pero esa es otra historia), no habíamos pensado ningún nombre y de repente, igual que ahora piensa nuestra hija, viendo su nariz negra y por aquellos tiempos enorme en su diminuta cara, pensamos en un bombón, en una trufa, y por eso fue, Trufo.
Ahora Blanca, mi niña, se pasa las horas dándole mimos, tirándole su pelota de tenis favorita, y consiguiendo que Trufo nos parezca más santo cada día, por todo lo que aguanta, y por lo feliz que le hace aguantarlo, y, cada vez que se fija en su nariz (ya desde que era muy pequeña) comenta: "Trufo tiene la nariz de chocolate". Y he aquí el homenaje a este precioso perro, el primero en llegar a un hogar que poco a poco va creciendo: Canela, Blanca y, hace poco nos enteramos que, pronto, alguien más.
Por cierto, Canela, no te celes, sabes que a ti también te queremos.

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