Ropa cubierta de ceniza. Corazón, negro y humo

He salido al balcón. La ropa que tendí ayer por la mañana está cubierta de ese polvo negro que fue ayer el cielo aquí, en Galicia. Dentro de un rato, por la tarde o puede que mañana, volveré a meter toda esa ropa en la lavadora. Con un poco de detergente y suavizante quedará blanca; olerá bien. Otra vez como nueva.
Pero ese polvo negro se ha tragado demasiado; un demasiado que jamás podrá volver a quedar limpio y blanco como mi ropa. Será imposible arrancarlo del corazón, de ...la pupila.
El terror, la incertidumbre, las vidas aplastadas por el hombre, verdugo de sí mismo y de lo que le rodea.
Personas muertas intentando escapar o proteger; hogares que ya no están y si están, ya no lo son. Los árboles de los que tan sólo quedan afilados esqueletos. Las familias enteras masacradas en la seguridad de sus madrigueras; en la desorientación de sus huidas.
Mi corazón está cubierto de polvo. Tengo un nudo en el estómago y las lágrimas rápidas, pero no quiero dejar que el fuego consuma también mi fuerza; la de todos.
Quiero que mañana sea un nuevo día para enseñarles a mis hijos a respetar la vida; todas las vidas. A quererlas y cuidarlas.
Quiero que aprendan a amar a los árboles que nos regalan su sombra, enmarcan nuestro paisaje y son vivienda para tantos animales. Quiero que toquen la hierba que pisamos; que sepan que también está viva. Que cuiden a los animales que intuimos entre las sombras del bosque, y a los que conviven junto a nosotros.
Quiero que entiendan que todos juntos somos un corazón que late. Hoy un corazón herido, negro y triste.
Quiero enseñarles a tener la fuerza suficiente para exigir el castigo merecido para los que intentan quemarnos el corazón.
Sigamos latiendo


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